Yo
tampoco creía en el karma hasta que conocí a Laura
Normalmente el término karma era
algo que no solía usar mucho. Antes lo reemplazaba por “coincidencia
justiciera”, lo cual, para mí, era un término más realista. Pero a
medida que viajaba más y conocía a personas nuevas, me daba cuenta de
que “esas coincidencias” eran más frecuentes de lo que imaginaba. Ya no podían
ser solo coincidencias. Había algo más en ellas. Tal es la anécdota que
viví con una lectora llamada Laura cuando estaba en Colombia y pasé
por donde ella vivía: una pequeña ciudad que recibía muy poco turismo,
excepto si se quería visitar las afueras que era donde había mucha belleza
natural.
Yo pasé por allí a modo de descanso antes de
emprender un largo viaje a Ecuador en bus (para luego llegar hasta el
norte de Perú, donde me esperaba mi vuelo a Lima). Por suerte Laura me ayudó a
encontrar un cómodo y barato hospedaje a pesar de que apenas habíamos
tenido contacto de un par de semanas atrás a través del Facebook y de que
también estaba en exámenes finales de la universidad. Me sentí afortunado de
tener a alguien que me pudiese mostrar la ciudad. A juzgar por la expresión en
su mirada, ella estaba tan alegre de tenerme como yo de ella. Si necesitaba mi
ayuda para su caso en particular se la daría con todo gusto.
El día que llegué me dio la dirección de su
casa y me invitó a almorzar con sus hermanas, de las cuales una de
ellas ya me había leído y pudimos compartir una breve, pero agradable
conversación. Luego cuando empezamos a hablar solo Laura y yo, y me
confesó detalles de cómo finalizó su relación para luego darle mi punto de
vista. Tanto ella y yo llegamos a la conclusión de que podía estar con la
consciencia tranquila porque siempre dio lo mejor de sí y su ex simplemente no
la supo valorar. Además, poco a poco se daba cuenta de que era una bendición de
que ese tipo le terminase yéndose con otra chica porque él tenía rasgos en su
personalidad de las que intuíamos que serían de un hombre maltratador y
machista. Él, estando con la otra, seguía contactando a Laura diciéndole
que aún la amaba, pero de forma infantil e irracional no dejaba de
culparla a ella de que la relación terminara. Su falta de hombría al
admitir sus errores y el creerse dueño tanto de ella como de la otra eran
razones más que suficientes para alegrarse de no tener a alguien en su vida.
(De hecho, Laura era una de las mujeres más encantadoras que había conocido en
este viaje y deduje que este tipo lo sabía perfectamente; pero por alguna
estúpida razón, en vez de una, ambicionaba tener a dos).
No contaría esta historia de no ser por lo que
ocurrió después. Laura tenía que entregar o recibir unos trabajos de la
universidad en la casa de una compañera. Me dijo que me llevaría en moto hasta
allá y yo todo emocionado acepté acompañarla para también conocer la
ciudad. Ya en camino, ella quería ir por una avenida poco transitada ya que la
hora en que salimos era hora punta, pero justamente daba la casualidad de que
estaba cerrada por mantenimiento. No nos quedaba otra: Teníamos que ir por la
avenida principal. (Mientras el semáforo estaba en rojo, yo estaba pensando en
tomar fotos a las calles, pero iba a ser difícil sacar mi cámara estando yo
sentado atrás ya que en cualquier momento Laura iba a avanzar y tenía que
sujetarme bien del asiento).
Cuando el semáforo cambió a verde, Laura me había
dicho sorprendida que su ex había estado mirándonos. Por un momento creí que
ella intencionalmente me había llevado hasta esa parte, pero luego
recordé que era inevitable. Pensé que Laura iba a molestarse consigo
misma, pero más la noté preocupada. En eso, entre vientos fuertes que
soplaban mi rosto, ella dijo en voz alta: “Él (mi ex) estaba sonriendo
hablando con alguien cuando, de pronto, se dio cuenta de que yo estaba allí. Al
principio tenía una cara de sorprendido, pero al notar que estabas tú conmigo
su rostro cambió, como si estuviese asustado “. Empecé a reírme de la
situación. Era evidente que su ex creyó que yo estaba involucrado
sentimentalmente con ella o de que, como mínimo, estábamos saliendo.
Antes de que ella pudiese decir algo, yo dije
en tono eufórico: “No puedo creerlo. Después de todo lo que tu ex te ha
hecho, él está recibiendo un poco de su propia medicina. Habrá pensado:
¿Tan rápido se ha olvidado de mí? ¡Ahora eres tú la que puede cantar victoria!
“. Laura también empezó a reírse mientras conducía la moto rumbo a la casa de
su compañera. Rato después yo seguía burlándome de la situación.
Hubo una fuerza extraña que actuó a pesar de no ser conscientes de ello. Tal vez era “coincidencia” o tal vez lo que comúnmente conocemos como “karma”; eso daba igual, sea cual sea la palabra con la que se describiera este hecho fortuito pero oportuno, no podíamos negar de que estaba allí presente. Ella no buscaba ir a ese lugar para que su ex nos viera. Yo tampoco le di esa idea. Simplemente las cosas se alinearon en el momento preciso. Si la compañera no hubiese llamado a determinada hora, si la avenida no hubiese estado cerrada ese día, si yo hubiese llegado a la ciudad un día después, o incluso si Laura no se hubiese contactado conmigo un par de semanas antes cuando estaba en su país, tal vez jamás habría escrito esta divertida anécdota.
~~~
A veces nos frustra el hecho que esa
persona que tanto nos hizo daño, aparentemente la está pasando mucho mejor
que nosotros ahora que nos ha terminado; y más cuando
descubrimos que ya tiene a alguien con quien estar (una nueva pareja, una
amante testaruda o quizás más de una persona); mientras que, por otro
lado, nosotros estamos padeciendo, en solitario, el camino más difícil. Es
así cuando rogamos que el karma actúe sobre el ex creyendo que su castigo
debería ocurrir como un acto trascendental o un proceso directo e
inmediato. Hay veces en que la prontitud
del acontecimiento puede estremecernos y
brindarnos cierto tipo de desquite personal; pero la realidad es que
en la mayoría de veces el karma actúa en forma misteriosa e imperceptible.
Además, muy para tu disgusto, puede que tarde mucho tiempo en suceder.
Pero aun así no te fíes de las apariencias. La
gente, en especial la desdichada, suele trabajar mucho para demostrar que está
bien cuando bajo su piel aún sigue sin poder eliminar su desgracia
interna. Asimismo, puede que tu frustración se base en el hecho de que no
haya ningún tipo de justicia divina que recaiga sobre tu ex para que se sienta
peor que tú. Sin embargo, basta con que tan solo tu ex sea incapaz de
controlar su envidia al ver que te está yendo bien sin él o ella y ya es
suficiente karma que le cayó por lo que una vez te hizo dentro o
fuera de la relación.
Entiende: Desear que sufra por todo lo que te
hizo es como tomar veneno y esperar que él o ella se muera.
Puede que no pague hasta dentro de muchos años cuando ya sea una
persona anciana y tenga que pasar el resto de su vida solitaria en una pensión
donde nadie lo visitará (excepto si es por compromiso u obligación). En
caso de que tuvieras la plena seguridad de que, en el peor de los
casos, este será su destino final, ¿por qué amargarse la
vida? Sabes que su condena está esperándole, por tanto, despréndete de
aquello que la vida y su sabiduría kármica saben hacer mejor que nadie y
enfócate totalmente en ti mismo. Esto es lo que a tu ex más le va a doler.
Esto fue lo que sucedió mientras estaba con
Laura. Además, con o sin mí, igual iba su ex iba a tener que afrontar el
hecho de que ella ya pronto estaría con una nueva pareja. Golpe bajo para su
inflado y territorial ego, a pesar de que no lo buscaba. La vida
simplemente se encargó de balancear las cosas.
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Espero que este artículo te haya aclarado algunas
dudas que tengas sobre tu caso personal y puedas dejar ir esos sentimientos de
buscar venganza indirecta por parte del karma. No pierdas tiempo ni energías
pensando en cómo hacer para que tu ex el pase mal, en vez de ello enfócate en
recuperarte y salir adelante. Mi libro “7Pasos para Olvidar un Amor” es una guía que te ayudará en el
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